UCI, agotados, sin fuerzas, pero grandes

Estoy agotada Eduardo, eso me dijo una enfermera mientras se terminaba de colocar el EPI, estábamos en el área quirúrgica de la primera planta habilitada para el covid, yo sólo había ido a tomar unas imágenes; la vi derrotada, apenas sin fuerza para ponerse las calzas. Terminamos, ella de ponerse el EPI y yo de montar el trípode con la cámara, abrió la puerta y entró al quirófano, ahora una sala covid improvisada.

Más allá de los pacientes, respiradores, monitores y goteros, muchísimo más allá de lo que yo podía captar con la cámara, me impresionó su fuerza interior (de mujer en este caso), su entrega inmediata al oficio, sin resquicios, sin malas caras, sin apatía, dándolo todo por el bienestar de sus pacientes. Allí adentro ya no parecía cansada, seguramente no tenía tiempo ni de pensarlo. Entregada al mil por cien dignificaba su labor asistencial.

Pero no estaba sola, recorrí las distintas estancias, otros quirófanos habilitados, la zona de reanimación quirúrgica también habilitada para el covid, la nueva zona de críticos en la planta cero, o la UCI de siempre, en todos ellos encontré a compañeros entregados: enfermeras, médicos, auxiliares, celadores, personal de limpieza… un agitado laberinto de idas y venidas, EPIS, goteros, aseo, medicamentos, recogida de muestras, limpieza y desinfección continuada de recintos comunes, atención intensiva sin pausa a cada paciente, ninguna mala cara dentro de las estancias, sacando fuerzas, no sé de dónde, para motivar y, si acaso, mitigar un poco el dolor diseminado por todas partes.

Siento no poder mostrar con mi trabajo sino el envoltorio, dejando a oscuras lo que lleváis por dentro, el calor interior, los cimientos, el esqueleto, el corazón del hospital.

Admirables, grandes, así sois compañeros y compañeras

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